El palacio de los soviets era un proyecto de edificio monumental que tenía en mente Stalin. Su altura sería de 415 metros y en su cumbre habría una estatua de 100 metros de Stalin. El lugar escogido fue donde se asentaba el templo de Cristo Salvador. Era todo un símbolo religioso en Moscú. Su construcción la ordenó el zar Alejandro I para rememorar la victoria sobre Napoleón.
Stalin quería aplastar todo signo de religión. Por eso mismo, en 1931 fue destruida en 6 días mediante 3 voladuras.
Comenzó la construcción del nuevo edificio circular. Cuando finalizara la obra sería más alta que el Empire State. Destruyeron la colina en la que se sustentaba la iglesia, hicieron un foso de 8 metros y lo llenaron de hormigón. Serían los cimientos del edificio. Pero algo pasó. La guerra hizo que faltara el dinero y se usó el hormigón y otros materiales para hacer bunker. Se abandonó la construcción y solamente quedaba un foso de 8 metros.
En principios de los años 90 se empezó a gestar la idea de recuperar la iglesia. En 1994 empezó su reconstrucción.
A 14 metros bajo tierra hay un sótano que tiene un cometido: elevar el terreno al nivel que estaba la iglesia originalmente. Era una reconstrucción de la colina.
Stalin era un hombre muy preocupado por su seguridad. Eso hacía que tuviera siempre un bunker debajo de cada edificio donde él estuviera. También donde menos podía esperarse: debajo de un estadio. Era la tapadera perfecta. Mientras en la superficie la gente solamente veía un recinto deportivo, bajo tierra había un bunker de 4 plantas. Un lujoso complejo de unos 90.000 metros cuadrados que estaba adornado como si de un palacio se tratara. Estaba directamente conectado con el Kleming y formaba parte del entramado secreto llamado Metro2.
Allí Stanlin tenía un despacho y también un centro de conferencias.
Stalin tenía una voz muy suave y que no tenía mucha potencia. Para él era un gran problema y por ello le buscó una solución. Puso vasijas de barro vacías en el techo. Eso hace que se produzca un eco reverberante. Se posicionaba en el medio de la estancia y su voz sonaba fuerte y poderosa como él deseaba que fuera.
Aunque en la superficie de Moscú ya no queda casi nada que recuerde la época en la que Stalin dirigía con mano de hierro, en sus subsuelos todavía están estos bunkers, pasadizos y complejos entramados que nos hace recordar ese capítulo de la historia de Rusia.
Stalin quería aplastar todo signo de religión. Por eso mismo, en 1931 fue destruida en 6 días mediante 3 voladuras.
Comenzó la construcción del nuevo edificio circular. Cuando finalizara la obra sería más alta que el Empire State. Destruyeron la colina en la que se sustentaba la iglesia, hicieron un foso de 8 metros y lo llenaron de hormigón. Serían los cimientos del edificio. Pero algo pasó. La guerra hizo que faltara el dinero y se usó el hormigón y otros materiales para hacer bunker. Se abandonó la construcción y solamente quedaba un foso de 8 metros.
En principios de los años 90 se empezó a gestar la idea de recuperar la iglesia. En 1994 empezó su reconstrucción.
A 14 metros bajo tierra hay un sótano que tiene un cometido: elevar el terreno al nivel que estaba la iglesia originalmente. Era una reconstrucción de la colina.
Stalin era un hombre muy preocupado por su seguridad. Eso hacía que tuviera siempre un bunker debajo de cada edificio donde él estuviera. También donde menos podía esperarse: debajo de un estadio. Era la tapadera perfecta. Mientras en la superficie la gente solamente veía un recinto deportivo, bajo tierra había un bunker de 4 plantas. Un lujoso complejo de unos 90.000 metros cuadrados que estaba adornado como si de un palacio se tratara. Estaba directamente conectado con el Kleming y formaba parte del entramado secreto llamado Metro2.
Allí Stanlin tenía un despacho y también un centro de conferencias.
Stalin tenía una voz muy suave y que no tenía mucha potencia. Para él era un gran problema y por ello le buscó una solución. Puso vasijas de barro vacías en el techo. Eso hace que se produzca un eco reverberante. Se posicionaba en el medio de la estancia y su voz sonaba fuerte y poderosa como él deseaba que fuera.
Aunque en la superficie de Moscú ya no queda casi nada que recuerde la época en la que Stalin dirigía con mano de hierro, en sus subsuelos todavía están estos bunkers, pasadizos y complejos entramados que nos hace recordar ese capítulo de la historia de Rusia.