Eran las 12 de la madrugada de un día como hoy, pero del año 1492. Un hombre estaba en su puesto de vigía. Era Rodrigo de Triana. Seguramente luchaba por no dormirse mirando al horizonte. Llevaban demasiados días en aquellos barcos. Llevaban muchos días sin ver nada más que agua. Había algo que impedía que el sueño le venciera. Cristobal Colón había prometido recompensar a la persona que primero divisara tierra. Nada menos que unos 1000 maravedíes. Se había imaginado muchas veces lo que haría con tal cantidad de dinero. De repente vió algo en la lejanía. ¿tierra? Su mente tardó unos segundos en racionalizar lo que estaba viendo. ¿eran imaginaciones suyas? Cerró los ojos... volvió a abrirlos y seguía alli. No sabía que le alegraba más: que terminara aquella tortura de viaje o que él iba a ser el ganador de la recompensa. No sabía que lo que estaba viendo era la isla de Guanahaní (después bautizada San Salvador y por último terminó con el nombre de las Bahamas) Gritó su famoso Tierra a la vista... Seguramente toda la tripulación se arremolinó en cubierta. El Almirante saldría de su camarote. Rodrigo bajaría del puesto de vigía. Mientras los demás festejaban el término de la travesía y el comienzo de nuevas aventuras, Rodrigo se acercó a Colón. Su objetivo estaba claro: quería su dinero. Colón le miró de arriba a abajo. Ya sabía que habíamos avistado tierra le dijo. Yo había visto luces mucho antes de que tú gritaras. Por lo tanto yo he sido el primero en divisar tierra y me quedo la recompensa. Rodrigo se quedó petrificado. ¿qué podía hacer? Colón se iba a quedar con su dinero. El dinero que le pertenecía legalmente. Mientras él pensaba todo estas cosas la acción seguía.
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